En estos últimos años ¿cuántas veces hemos escuchado la frase “es culpa del algoritmo”, “desde que se ha cambiado el algoritmo no funciona tan bien como antes” o “vete tú a saber qué han hecho con el algoritmo”?
¿Cuántas veces se ha hablado de la relación entre algoritmos y música, mucho más común de lo que se podría pensar?
¿Pero sabemos de verdad la influencia que tiene la inteligencia artificial aplicada a la música?
Desde que la tecnología es una parte tan importante de nuestras vidas los algoritmos han dejado de ser algo totalmente desconocido y formar parte solamente al mundo académico o más tecnológico para estar en la boca de todo el mundo.
Dejando al lado por un momento cualquier tipo de debate sobre las cuestiones de privacidad y derecho a la intimidad, y sobre el rol que juegan los algoritmos en las redes sociales (y cómo afectan nuestra vida cotidiana), vamos a hablar de la relación entre inteligencia artificial y música.
El papel de los algoritmos y de la inteligencia artificial en el mundo de la música es un tema particularmente interesante y poco conocido por la mayoría de las personas que no tienen muchos conocimientos artísticos o digitales.
Es un tema especialmente interesante después de todo lo que ha pasado durante los meses de confinamiento: el rol de la inteligencia artificial en el futuro de la música es un tema muy controvertido, sobre todo cuando se habla de cómo podrían las nuevas tecnologías afectar el mundo de la música en directo.
Cuando se debate sobre cómo las inteligencias artificiales podrían sustituir los conciertos en directo se debería recordar las palabras de Nuria Oliver, doctora en inteligencia artificial por el MIT (Massachusetts Institute of Technology), en una entrevista a El País:
Pero, para quien no tenga ni idea de cómo se puede fusionar inteligencia artificial y música, vamos a explicar con unos ejemplos prácticos como puede ser aplicada la inteligencia artificial en el mundo de la música.
El ejemplo más básico de todos es el de las plataformas de mensajería automatizadas que permiten a los artistas interactuar con sus fans y que van también más allá del simple chatbot de Messenger. Un ejemplo sería I Am Pop, “la forma más fácil para que cualquiera pueda crecer y atraer a una base de fans a través de Facebook Messenger”, como dice Sam Taylor, director comercial de dicha compañía.
Otra perspectiva sería la de las herramientas de reconocimiento de audio, como Warm, Dj Monitor, Dubset o el mismísimo Shazam, que se basan en las “huellas dactilares acústicas digitales” y que permiten reconocer las canciones de manera automática.
Obviamente, la inteligencia artificial se puede utilizar para la creación de música y, este es el ámbito en el que más debate hay: el valor artístico de la música creada por máquinas.
Existen muchos programas para crear música utilizando inteligencia artificial, como Jukedeck o Rotor, solo por nombrar dos de los muchos que hay.
Estamos hablando de un campo en continuo desarrollo en el que siempre se está investigando para mejorar el rendimiento de estas herramientas que nacen para crear canciones de éxito basándose en el análisis de viejos éxitos y programando a la IA para crear canciones según el estilo del artista en cuestión.
Un ejemplo muy claro de cómo interactúa la inteligencia artificial con la música es la herramienta que permite a plataformas de música en streaming como Spotify, KKBox o JOOX y QQ Music de Tencent el utilizo de algoritmos para recomendar música a los usuarios, ofreciéndoles no solo playlists personalizadas sino creando experiencias optimizadas para ellos.
La inteligencia artificial sirve también para masterizar música con una cierta calidad de sonido para que las trazas cumplan con los criterios que las plataformas de streaming piden para poder distribuir música.
Otra herramienta muy útil de inteligencia artificial es Cyanite, esta empresa desarrolla algoritmos independientes para ayudar a las empresas musicales en la transición hacia la inteligencia artificial. Gracias a sus algoritmos es posible etiquetar de manera automática las canciones; buscar música en el propio catálogo que suene como otras canciones similares; limpiar los metadatos y soportar las decisiones musicales y artísticas con los datos.
Está claro que el futuro (no solamente de la música) está en “las manos” de los algoritmos, pero lo que seguramente no perderemos, sobre todo después de todo este tiempo en confinamiento, son las ganas de sentir fluir la música (¡creada con inteligencia artificial o no!) por nuestro cuerpo y poder compartir la experiencia con otras personas presentes delante del escenario.